Testimonio de nuestra socia Inma Barquilla

Mi hijo nació el 23 de septiembre de 2020.  Estaba embarazada de 34 semanas. Era mi primer embarazo e iba fenomenal. Ejerzo de procuradora por cuenta propia y ese día había estado trabajando fuera del despacho y por la tarde sobre las 18:00 me tumbe a descansar. Estaba medio dormida cuando de repente note como si un globo de agua explotara dentro de mí y me empapara. Llame a mi marido que estaba trabajando haciendo la ruta con el camión, a continuación, llame a mi ginecólogo y me dijo que tenía toda la pinta de rotura de bolsa que me fuera al hospital. Pensé que todavía quedarían unas horas, pero estaba nerviosa, con la pandemia no había tenido curso de preparación al parto y acababa de empezar uno online por lo que no sabía apenas nada de lo que me esperaba. Me duché y cambié de ropa, llamé a mi madre que vive cerca y juntas terminamos de preparar la maleta mientras llegaba mi marido. Ya tenía dolores como de regla, cada vez un poco más fuertes, pero no decía nada por no alarmar, yo seguía pensando que quedarían muchas horas. Por fin llegó mi marido, por suerte no estaba muy lejos, cargó todo y nos fuimos. El hospital estaba a 60 kms pero cuando llevábamos apenas 15 ya tenía contracciones muy fuertes y muy seguidas.

Me dijo mi marido “el niño nace esta noche”. Y yo seguía pensando que sería largo y hasta el día siguiente no nacería. Llegamos al hospital y me tomaron los datos y me llevaron en una silla de ruedas al paritorio. Me hicieron mi primer (y único) tacto y recuerdo los ojos de asombro de la matrona (con la mascarilla no veía nada más) “¡Uff 7 centímetros!” Dijo. Me dijeron has dilatado casi sin enterarte, vamos a preparar todo rápido porque ya mismo lo tenemos aquí. Me pusieron los monitores y un montón de cosas más. Yo no hacía más que repetir que sólo estaba de 34 semanas que no podía ser y el equipo me tranquilizaba. Me hicieron la PCR y como ya no había tiempo para epidural me insistían en que confiara en mi cuerpo para gestionar el dolor, que pensara cosas bonitas, que ya mismo conocería a mi hijo.  Enseguida llegaron las ganas de empujar y me pusieron en una silla de parto. Me indicaron como respirar y como empujar. Una de las matronas me daba su mano, que debió quedar dolorida de los apretones que la di. Mi marido por detrás me daba la mano y me animaba a empujar con el equipo. En 5 o 6 empujones ya estaba asomando la cabecita me dijeron que parara de empujar. Ya solo quería verlo y que estuviera todo bien y así fue. A las 21:20 h. tenía a Luis encima de mi.

Recuerdo como lo escuché toser un poco y empezar a llorar. A pesar de nacer de 34 + 4 semanas pesó 2,190 gr. y respiró por si sólo perfectamente en todo momento. Me dijeron que estaba muy bien, mi parto había sido totalmente natural. Luis estuvo 17 días en neonatos hasta que vieron que todo estaba bien y que cogía peso adecuadamente. Lo más duro fue que solo dejaban pasar a uno de los padres por la pandemia, y por la lactancia siempre entraba yo.

Me sentí muy sola sin poder compartir esos momentos con mi marido, él se pasaba las horas solo en el coche o dando paseos hasta que yo salía de la toma, solo podía entrar cada 3 horas, yo me sacaba leche porque era muy pequeño, le ponía al pecho para que fuera cogiéndolo y luego le daba biberón de mi leche, hubiera sido todo más fácil si él hubiese podido darle los biberones mientras yo sacaba la leche, y él no hubiera estado 17 días sin ver a su hijo.  Eran las medidas de seguridad del momento, pero  hoy me pregunto hasta qué punto se puede privar a un padre de ver a su hijo y dejar la carga exclusivamente a la madre recién parida y en mi caso, con anemia.

Lo que si es cierto es que el equipo era muy bueno y muy amable, allí me enseñaron mucho sobre lactancia y cuidados. Llegamos a los 6 meses siendo lactancia materna exclusiva y empezamos a probar los alimentos.  A día de hoy con casi 2 años un niño sano y feliz, ya nos dieron el alta en neonatos porque está todo bien.

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