Afortunadamente, la mayoría de los niños prematuros se recupera de su nacimiento antes de tiempo, aunque con mucho esfuerzo, sin grandes problemas. Sin embargo, como padres de niños prematuros en proceso de crecimiento y desarrollo, debemos tener en cuenta que existen efectos a largo plazo de la prematuridad. Por una parte, los prematuros, como grupo, parecen tener un mayor riesgo de desarrollar problemas de atención, aprendizaje, y coordinación a medida que crecen. Por otra parte, las buenas noticias son que el entorno en el que el niño crece, los cuidados que recibe y su personalidad también desempeñan un papel fundamental en su futuro.

Los padres de niños prematuros debemos aprender a convivir, de una u otra forma, con el posible impacto que el nacimiento prematuro de nuestros hijos pueda tener en su bienestar futuro. Mientras los científicos se adentran cada vez más en el estudio de los efectos del nacimiento prematuro a largo plazo (hasta el final de su proceso madurativo y de crecimiento), los padres seguiremos alerta, preparados para detectar cuanto antes cualquier signo de que algo no marcha bien y poder intervenir a tiempo. Quererles y conocerles bien son los mejores consejos.

Los problemas importantes del desarrollo se evidencian casi siempre durante los dos primeros años de vida. Pero existen otros, los “problemas sutiles” de la prematuridad, denominados así porque es posible que su detección sea posterior:

  • Torpeza física
  • Cociente intelectual ligeramente bajo
  • Problemas de aprendizaje
  • Problemas de atención, falta de concentración, impulsividad e hiperactividad
  • Problemas con habilidades motoras finas
  • Problemas cardiovasculares
  • Problemas de crecimiento

 

Verle jugar tan divertido, ver su amplia sonrisa todavía hoy me sorprende. Ahora que ya han pasado más de nueve años recuerdo a menudo uno de los principales miedos que tenía cuando Jorge nació tan pequeño y tan indefenso: que esos primeros meses en la UCIN marcaran para siempre su infancia y su desarrollo; que un bebé sometido a las manipulaciones que a veces son inevitables para salvarle la vida, nunca pudiera ser un niño feliz.

Pero me olvidaba de que hay muchas otras experiencias vitales que modelan el futuro de un ser humano y que, si estas son positivas, esos negros augurios no tienen que cumplirse. Todavía recuerdo perfectamente el momento en que me atreví a expresar estos miedos en el centro donde le hacían atención temprana a Jorge. Allí me dijeron algo que hoy puedo constatar a través de muchas familias: que un niño prematuro que crece en un hogar donde se le quiere, cuida y protege puede ser tan feliz como cualquier otro niño.